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El centro neurálgico del valle es el pueblo de Benasque. Además de un precioso casco urbano, en él encontrarás todo tipo de servicios turísticos, desde comercios hasta hoteles y restaurantes.
Si tienes ganas de nieve, escápate a la estación de Aramón Cerler, muy próxima a Benasque. En la de Llanos del Hospital podrás practicar esquí de fondo, nórdico y de travesía, y en verano, disfrutar de los paseos.
Pero sin duda, la mejor manera de conocer este valle paradisíaco es recorriendo sus múltiples senderos. Si no estás en muy buena forma física, no te preocupes, ya que existen rutas adaptadas a todo tipo de edades y preparación. Gracias a ellas podrás sentir la naturaleza en estado puro. Te recomendamos, especialmente, la famosa excursión que te llevará hasta la bella cascada del Forau D’Aiguallut.
En las inmediaciones de Benasque merece la pena darse una vuelta por el pueblecito de Anciles y contemplar sus bonitas casas solariegas. Eriste, también cercano, es un buen punto de partida para acercarse a la mole del Posets, segunda cima pirenaica. A sus pies hallarás el valle de los Ibones, con el lago de Las Alforjas, el ibón de Posets o el lago de la Plana como puntos de referencia. La parte de Escarpinosa (con el lago de la Escarpinosa y los lagos de Batisielles y la Aigüeta de Batisielles) y Perramó, límite entre los valles de Estós y Eriste, ofrece paisajes increíbles.
En el tramo más oriental del valle de Benasque abundan los lagos de montaña. El valle está coronado por el Aneto, la segunda cumbre más alta de la Península, y la Maladeta. Precisamente aquí se encuentran algunas de las últimas lenguas de hielo del Pirineo aragonés, protegidas bajo la denominación de Monumento Natural de los Glaciares Pirenaicos. Son los glaciares más meridionales del continente europeo.
Aprovecha tu visita al valle de Benasque para conocer Graus y el templo budista de Panillo. En el cercano valle del Isábena se esconden dos auténticas joyas del románico: el monasterio de Obarra y la catedral de Roda de Isábena, y algo más al este se encuentra el valle del río Noguera Ribagorzana, frontera natural entre Aragón y Cataluña, donde se alza la magnífica villa medieval de Montañana.
En su casco antiguo el tiempo parece haberse detenido en el medievo, no en vano está catalogado como Conjunto Histórico-Artístico.
El punto neurálgico de la villa es su porticada plaza Mayor donde se rememora, el primer domingo de septiembre de los años pares, el triunfo de las huestes del rey García Ximenez sobre el poderoso ejército sarraceno, con la ayuda de la intercesión divina en forma de cruz. Dicha recreación es conocida como La Morisma.
Al fondo se alza la iglesia románica de Santa María, considerada como uno de los mejores ejemplos del románico del Alto Aragón. No te pierdas su bello claustro, donde el románico y el gótico se unen.
Continúa la visita paseando por los restos de su castillo. En este bello escenario se celebra, cada verano, el Festival Internacional de Música Castillo de Aínsa. Completa tu visita con el Ecomuseo de la Fauna Pirenaica, ubicado en la torre del homenaje del castillo.
Los amantes del senderismo y de la naturaleza podréis recorrer el itinerario que discurre entre Aínsa y Boltaña .
El Parque, que comprende los términos municipales de Gistaín, San Juan de Plan, Sahún, Benasque y Montanuy, ofrece infinitas posibilidades para la práctica del senderismo, el montañismo, el esquí y la escalada, lo que facilita una consolidada oferta hotelera, varios refugios de montaña y una amplia red de senderos señalizados.
Las cumbres más elevadas del Parque, el Aneto (3.404 m) y el Posets o Llardana (3.369 m), son las más altas de Aragón y de la cordillera pirenaica. Estos, juntos al Pico Maldito, la Maladeta y el Perdiguero, constituyen un auténtico paraíso para los montañeros.
En este parque tendrás el privilegio de contemplar más un centenar de lagos de origen glaciar de azuladas aguas (conocidos en Aragón como ibones), impresionantes cascadas y un buen número de heleros.
Hoy en día, las últimas lenguas de hielo del Pirineo aragonés están protegidas bajo la denominación de Monumento Natural de los Glaciares Pirenaicos, siendo los glaciares permanentes ubicados más al sur del continente europeo.
Algunas de las rutas senderistas del Parque Natural de Posets-Maladeta más conocidas son las que discurren por el sendero de gran recorrido GR 11. La ruta de los tres refugios (Estós, Viadós y Ángel Orús), situados alrededor del Posets, permite contemplar todas las caras de este colosal macizo. Te recomendamos especialmente la excursión que te llevará hasta la cascada del Forau de Aigüalluts, una ruta sencilla e ideal para hacer con niños.
El valle de Ordesa es el alma del parque. Recorrer sus senderos, fundiéndote con el entorno, es una experiencia que se quedará en tu recuerdo para siempre.
Miles de personas llegadas de todo el mundo admiran aquí, en cualquier época del año, maravillas como el Tozal del Mallo, la Cascada del Estrecho, las Gradas de Soaso o el Bosque de las Hayas. Son infinitas las excursiones y ascensiones que puedes realizar en este valle en cualquier época del año. La que te lleva hasta la cascada de la Cola de Caballo es todo un clásico, ya que a su belleza se añade una facilidad que la hace apta para todos los públicos.
Buitres, águilas, quebrantahuesos, sarrios y marmotas conviven en tupidos bosques de hayas y pinos; ríos e ibones transparentes, altas praderas de montaña y roquedos vertiginosos.
A la entrada del valle de Ordesa se emplaza Torla, un encantador pueblo típicamente pirenaico que proporciona al visitante del Parque todos los servicios necesarios para que disfrute de su estancia.
El Cañón de Añisclo, al que se accede desde Escalona, es como una profunda brecha que corta la montaña de norte a sur.
Las Gargantas de Escuaín, a las que podrás llegar desde el pueblo del mismo nombre, son otro ejemplo de la fuerza de la naturaleza. El de Escuaín es el valle más pequeño de los cuatro que componen el parque nacional y, posiblemente, el menos transitado; sin embargo, la belleza de sus gargantas merece sin duda tu visita. Además, desde aquí podrás observar diversas especies de aves protegidas.
El valle de Pineta es un apacible y bucólico valle con el típico perfil en U de origen glaciar. Rodeado de poderosas crestas y boscosas laderas, termina ante la mole de las Tres Sorores: Monte Perdido, el Cilindro de Marboré y el Soum de Ramond, que te obligarán a levantar la vista hasta sus más de 3.000 metros. A este valle se accede por Bielsa, famoso por su carnaval, el más popular y con más tradición del Alto Aragón.
Se puede descubrir de forma amena como llega el románico hasta aquí, de donde proviene su iconografía, como era la sociedad medieval, que técnicas se utilizaban en la construcción y la decoración de las iglesias, el aspecto de estos templos a principios del siglo XX y finalmente las voces del pasado nos explican su vinculación con el patrimonio románico de la Vall de Boí.
Su caserío se extiende a los pies de su castillo de origen islámico, convertido en colegiata tras la reconquista cristiana, mientras el río Vero atraviesa su último cañón antes de abrirse al valle.
Dedicada a Santa María, en la monumental colegiata podrás contemplar las huellas que las diferentes corrientes artísticas han ido dejando en el transcurrir de los siglos.
Del siglo XI quedan algunos tramos de muralla, la torre albarrana, las ruinas de una torre cuadrangular y algún fragmento de la iglesia románica integrado en el magnífico claustro del siglo XIV. Fíjate en sus bellos capiteles historiados y en las pinturas que decoran los muros del claustro (siglo XVI).
Tu visita a la villa no estará completa si no llegas hasta la Plaza Mayor –uno de los lugares con más encanto de la población- o entras en el Museo Etnológico Casa Fabián, ubicado en una típica casa del Somontano del siglo XVII.
Para disfrutar de una de las panorámicas más hermosas de la villa, acércate hasta el mirador ‘Sonrisa del Viento’.
Al formar parte del Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara, Alquézar es también un destino ideal para disfrutar de la naturaleza, de los deportes de aventura (senderismo, escalada, descenso de barrancos…) y del arte rupestre. Si quieres descubrir los bellos rincones del río Vero a su paso por la localidad, puedes hacer a pie la sencilla ruta de las pasarelas de Alquézar, ideal para hacer en familia.